lunes, 21 de agosto de 2017

Un cuento de domingo

Había una vez un príncipe que recorrió medio mundo en busca de una princesa, y creyó que por fin la había encontrado.

-Al fin, princesa. Os he buscado por medio mundo. ¿Deseáis casaros conmigo?
-¿Qué dices? ¿Yo para qué quiero casarme con un príncipe?
-Pues... yo soy un príncipe, vos una princesa...
-¡Qué cosa tan trasnochada! ¿No te das cuenta de por qué te ha costado tanto encontrarme? ¡Ahora todos los reinos se han vuelto repúblicas! Y ahora yo estoy buscando a alguien con quien casarme, pero no un príncipe panoli como tú. Quiero a alguien con futuro, con posibles, a ser posible que posea un buen negocio que dé buenos cuartos y me asegure una vida tranquila.

El príncipe se alejó avergonzado y se sentó a la orilla del lago. ¿Qué iba a hacer ahora? Su vida ya no tenía sentido, porque sabía que lo que decía ella era verdad: ya no quedaban reinos ni princesas. Ni siquiera pensó en dar la vuelta, porque el viaje había sido muy largo y (por qué no admitirlo) ya ni siquiera recordaba el camino de vuelta a casa. Así que se quedó allí al lado del lago y se construyó una cabaña de troncos. Al acabarla, se dio cuenta de que aquello de cortar madera no se le daba mal, y lo siguiente que hizo fue establecer un aserradero.

Años después, el príncipe, que ya no era príncipe sino el señor Millares, dueño de un imperio maderero, se presentó en el avejentado castillo donde aún estaba la princesa.

-Princesa, ¿aún buscas marido?
-Ya no busco nada. Me casé con Lord Masting, el naviero, que cargó sus barcos con todo mi oro y se los llevó a otro reino, dejándome aquí. Ahora sólo me queda esperar la vejez y la muerte.
-No es necesario, porque te casarás conmigo.
-Pero si ya no soy ni princesa. El año pasado nombraron este sitio una república y ya no soy nada. Hasta me han quitado la corona.
-Da igual, yo te daré otra. Y reconstruiré tu castillo.

Llamaron a un sacerdote para que los casase inmediatamente. El príncipe se sentó en las escaleras del destartalado castillo a esperar, y entonces se puso a pensar, algo que no había hecho en todos esos años.

-Madre mía, ¡qué imbécil soy!

Sacó de su bolsillo las escrituras de su negocio, las puso a nombre de la princesa, se acercó a ella y las puso en su mano.

-Toma, aquí tienes a tu verdadero amado. Despósate con él y sé feliz.

El príncipe salió por la puerta y emprendió el viaje de vuelta a su tierra natal para no volver nunca más.

FIN


No, un momento, esto sigue.

*****

Pero ya estaba a punto de hacerse de noche, así que pensó que primero tenía que pararse a dormir y coger provisiones. Como había entregado las escrituras de su mansión a la princesa, se paró a dormir en la cabaña de troncos que había construido cuando llegó a aquel (ya ex) reino, abandonada desde hace muchos años.

"Oye, pues las vistas aquí son muy bonitas. Después de tantos años, ¿qué prisa tengo por volver?"

Así que se quedó allí, sin prisa por decidir qué iba a hacer con su vida.

AHORA SÍ, FIN.

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