jueves, 12 de junio de 2008

La vida tiene muchos colores

Lo que uno descubre viviendo es que en hablar de gente "buena" y gente "mala" muchas veces no tiene sentido. ¿Qué forma tiene la maldad pura? Sabemos que hay personas, grandes dirigentes, que son capaces de firmar la muerte de miles o de millones de personas sin dudarlo, pero que si pusiéramos una pistola en sus manos quizá no fueran capaces de apretar el gatillo (con la posible excepción de Dick Cheney, que le pegó un escopetazo en la cara a un pobre anciano que fue con él de cacería). Al final lo que uno ve son distintos grados de egoismo. ¿Qué le harías a otra persona para beneficiarte tú? ¿Los demás trabajan contigo, o trabajan para ti? Es en ese momento cuando se ve la verdad de una persona: cuando puede traicionarte, ¿lo hará, o no? Muchas personas no llegan a ver ese momento. Otras lo ven, y se encuentran con que la respuesta al dilema no es la que esperaban.

El ser humano es por naturaleza megalómano. Para un niño pequeño no existe otro mundo que el suyo, y por eso si cierra los ojos cree que lo que le rodea desaparece. Para el adolescente sus preocupaciones son las más importantes, y se siente indestructible. Para el hombre mayor... bueno, aún no he experimentado esa etapa, pero ya lo haré, si dios quiere (no perdáis el tiempo esperando aquí mi respuesta...). Y claro, al enfrentarse a esa realidad, pues uno se desengaña, quizás hasta demasiado. Viendo cómo suele actuar la gente, dan ganas de tirar la toalla y hacerse misántropo, y tampoco es eso.

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